Construir un pabellón mastodóntico, innecesario y ortográficamente cateto, 60 millones de euros.
Llenarnos de caspa hasta la meninges con el museo de los sanfermines, 25 millones.
Financiar, con la excusa de un plan de empleo, a los sindicatos del régimen para mantener engrasados los resortes del poder y su apoyo al gobierno de la derecha (más una medalla de oro, más supeditar la política de vivienda al clientelismo sindical: ¿alguien se acuerda de F.I.S.T.?), 158 millones.
Compensar a los promotores que arriesgaron sus fortunas por el bien de Navarra para proveernos de una bolsa de suelo (¡quién le iba a decir al conde!) digna de nuestros destinos (y que viva la libre empresa), 112 millones.
Y van, sin apenas escarbar, 355 millones tirados a la basura en plena crisis. ¿Qué no se hará en períodos de bonanza, cuando no se nota el despilfarro?
Pero es que mantener el cortijo foral, saqueando el presupuesto (esto es, las rentas ciudadanas, especialmente las procedentes de los salarios) y los recursos de Navarra para alimentar una troupe de pseudoempresarios expertos en ordeñar ubres públicas, arribistas, o esa beautiful people (aplicado a Navarra suena a cachondeo) que desparrama sus tentáculos por los rincones más insospechados, no tiene precio.
Sanz se jubilará, y quizá no tenga quien le escriba, pero a buen seguro no le faltará quien le regale camisas italianas.
1 comentario:
sencillamente genial
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