jueves, 1 de mayo de 2008

Hipérbole

Hipérbole, según el DRAE: «Figura que consiste en aumentar o disminuir excesivamente aquello de que se habla».

Me había propuesto no hablar de la cena del lehendakari, pero las reglas están para romperlas y los propósitos para colgarlos como exvotos en alguna remota ermita. Y es que la referencia literaria de Sanz me ha desarmado. Soy un convencido del fondo culto y humanista de este hombre, y sus epifanías (las del background, entiéndase) me producen arrebatos místicos que para sí los quisiera Teresa de Ávila (o Juan de la Cruz: su Noche oscura es siempre sugerente, magistral en la expresión literaria de un erotismo depurado y sutil; aunque, si se me permite, yo prefiero el Cántico espiritual).

A lo que iba: Sanz había afirmado que los 400 euros de marras dan «para una cena, y poco más». La coletilla la añadió después de un relampagueo de lucidez que cruzó rauda e imperceptible su despejada mente (esto también es una figura literaria). El revuelo consiguiente fue considerable, aunque errado. Todo el mundo se puso a elucubrar acerca de los restaurantes que frecuenta el lehendakari, los platos que pide, o a cuánta gente invita. O quizá es que no paga nunca y sólo ve de lejos las cuentas... quién sabe. La explicación del día siguiente en clave de herramientas literarias sonó a forzada, a argumento suministrado por esos asesores tan avezados en el arte de apagar los fuegos que continuamente va prendiendo Sanz.

Pero se equivocan, todos se equivocan. Sanz era perfectamente consciente de lo que decía y utilizó la figura literaria con todo rigor. Porque, ésta es mi hipótesis, no se refería a la cena, sino a la coletilla: y poco más. Volvamos a la definición del DRAE: aumentar o disminuir excesivamente. Vamos, que, puestos a elegir, el lehendakari, aventuro, se gastará una parte en una cena: pongamos 100 euros; y el resto, va a ese «poco más» que me trae a mal traer. La pura elucubración teórica nos ofrece un sinfín de posibilidades. Pero una de las ventajas de la mente humana es que suele discriminar de forma automática entre esas posibilidades que la teoría nos brinda y eliminar, por inverosímiles, la gran mayoría. Y hasta aquí puedo escribir. Cada cual que elabore sus hipótesis. La mía es que se lo gasta en libros de teoría y crítica literaria; y que nadie se sorprenda: cosas veredes... (por cierto, que la frase, atribuida tanto al Cid como al Quijote, es espuria).

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