viernes, 30 de octubre de 2009

Navarra, tierra de guendulaines

Navarra, el Reyno (con perdón), es tierra de diversidad. De hecho, el abanico de negocios que se pueden emprender para especular y traspasarlos al sector público foral en cuanto dejan de ser rentables es muy diverso. Y ahora que la sensación de fin de fiesta se extiende, los reflejos cortijeros se exacerban y los guendulaines se multiplican. Como si hubiera barra libre. Hay tres ejemplos arquetípicos, particularmente sangrantes (que se sepa; habrá más, seguramente; al tiempo).

El primero, como no podía ser de otra manera, Guenduláin. El amago quedó en nada, pero no hace mucho Sanz no descartó que se pudiera intervenir de una manera u otra. ¿Qué hay detrás de esa historia? Nada menos que el Gobierno de Navarra ejerciendo funciones de asegurador de negocios especulativos. ¿Cómo no van a arriesgar los promotores en esa tesitura? Lo que no sé es cómo no se fueron a Burgo de Osma a planificar el siguiente ensanche de Pamplona, que seguro que el terreno es allí aún más barato que en Guenduláin.

El segundo, la autovía del Camino (de rosas para los adjudicatarios, vía crucis para la ciudadanía que deberá pechar con la carga). No es suficiente que el método de financiación elegido dispare de por sí el coste, frente a formas más ortodoxas como la deuda. Además, se trastea con las cifras y se eleva artificiosamente el coste, porque así los retornos para la empresa se incrementan, sin que haya habido mayor gasto. Negocio redondo.

El tercero, el circuito de Los Arcos. En una operación cuando menos opaca, una empresa pública (presidida, por cierto, por el «austero» Miranda) pasa de tener una participación simbólica a ostentar el 95% del capital. El promotor original no dura ni un año. Ni siquiera se sabe cuánto va a costar la obra (a destacar la desvergüenza del lehendakari al reconocerlo; es todo ya tan descarado que no se molesta en disimular), pero es previsible que supere ampliamente los 60 millones (coste de oportunidad: con 10 de esos millones se financia la facultad de medicina y con el resto se asegura su funcionamiento unos cuantos años). Eso sí, se cantan las excelencias del proyecto y los abundantes beneficios que generará. Si es así, ¿por qué no ha continuado con él la tan alabada y favorecida iniciativa privada? Something is rotten... in Los Arcos.

Claro que muy pronto el circuito será una referencia mundial, las escuderías ya pugnan por tener allí su sede (habrá quien piense que una escudería es una fábrica de escudos, seguramente para protegerse de la espada de Demóstenes). Los puestos de trabajo se crearán a centenares y en la Fórmula 1 se datarán los eventos aLA y dLA (en inglés, bTA y aTA).

Para terminar, una duda: si no hubiera saltado lo de Guenduláin, ¿no se habría repetido la historia? Lo cuál nos lleva a cavilar sobre el «justiprecio» pagado por las acciones de la empresa promotora del circuito... Aunque supongo que la duda seguirá ahí sain dai.

domingo, 25 de octubre de 2009

La Biblia, manual de malas costumbres

La presentación de la última novela de Saramago, Caín, ha generado alguna polémica, tanto por su contenido como por las declaraciones de su autor al presentarla. Saramago calificó la Biblia como un «manual de malas costumbres» y un «catálogo de crueldades». La Iglesia, que no tiene precisamente a Saramago entre sus autores a recomendar (el Vaticano llegó a lamentar la concesión del Nobel), se ha apresurado a condenar el libro.

En realidad la Biblia no es más que una yuxtaposición de relatos (una novela de aventuras a lo bestia) sin mucha homogeneidad temática (a destacar el delicado erotismo que rezuma el Cantar de los cantares) o cronológica y muy escasa verosimilitud histórica. Como esta es una impresión que surge rápidamente al acercarse a esos textos con desenvoltura y sin las orejeras del dogma, no es la primera vez que la literatura se ocupa del asunto. Valgan como ejemplo los siguientes párrafos de Francis Scott Fitzgerald en Hermosos y malditos (1922):

«Sucedió una vez que todos los hombres inteligentes y con genio del mundo llegaron a profesar una misma fe... es decir, la falta de fe. Pero les preocupaba pensar que, al cabo de unos pocos años después de su muerte, se les atribuirían muchos cultos y sistemas y presagios que nunca habían considerado ni propuesto. De manera que se dijeron unos a otros:

»"Reunámonos y escribamos un gran libro que logre para siempre burlarse de la credulidad de los hombres. Convenzamos a nuestros poetas más eróticos para que escriban sobre los deleites de la carne, y a algunos de nuestros más vigorosos periodistas para que añadan historias de amores famosos. Incluiremos los más absurdos cuentos de viejas que circulan ahora. Escogeremos los humoristas con mayor agudeza para dar forma a una deidad sacada de todos los dioses adorados por la humanidad, un dios de mayor magnificencia que todos los demás, pero al mismo tiempo con tantas debilidades humanas que se convierta en objeto de risa para todo el mundo... y le atribuiremos todo tipo de chistes y vanidades y enfados, a los que se dará por supuesto que se entrega para su propia diversión, de manera que la gente leerá nuestro libro y meditará sobre él, y dejarán, ya para siempre, de decirse desatinos en el mundo.

»Finalmente, ocupémonos de que el libro posea todas las virtudes estilísticas, de manera que dure para siempre como testigo de nuestro profundo escepticismo y universal ironía".

»Así lo hicieron, y posteriormente murieron.

»Pero el libro acabó viviendo, tal era la belleza con que lo habían escrito, y tan asombrosas las cualidades imaginativas con que aquellos hombres de inteligencia y de genio lo habían dotado. Ellos no se molestaron en darle nombre, pero después de su muerte se le llegó a conocer con el nombre de La Biblia».

sábado, 10 de octubre de 2009

Falange y Tradición: ¿dónde está la Iglesia?

Lenta, pesadamente, la bestia va emergiendo de las cloacas en las que ha estado largo tiempo recluida pero también alimentada y mantenida por si algún día pudiera ser de utilidad para contrapesar o contrarrestar inadmisibles derivas a ojos de quienes se empeñan en unir, a cualquier precio, destinos en lo universal. Quizá la han soltado, quizá ha escapado, quién sabe. Pero ahí está, impasible el ademán, volviendo por sus fueros como si no hubiera pasado el tiempo. O rebosante de odio y rencor precisamente porque ha pasado el tiempo.

Algo llama la atención desde que la bestia, en su versión Falange y Tradición, ha comenzado sus desmanes. En Artesiaga, en Aizoain, en Ezkaba, en Berrioplano, en la carta amenazante recibida por Koldo Pla (Koldo, zurekin gaude), hay referencias a Cristo Rey, se nombra a Dios, se habla de caídos por Dios y por España. Y la Iglesia calla. Esa Iglesia tan peleona cuando de defender privilegios se trata, tan belicosa a la hora de llevar sus principios morales al Código Penal, tan combativa cuando el color del Gobierno de turno no es de su agrado, tan artera al apropiarse del patrimonio común, calla cuando el fascismo usa el nombre de Dios ¿en vano?

Y no cabe decir que el Cristo Rey falangista es otro, que no es el Dios de los católicos, porque es el mismo Dios en cuyo nombre se proclamó una cruzada fervorosamente apoyada por la Iglesia. Es el mismo Dios en cuyo nombre un dictador sanguinario y genocida entraba en las iglesias bajo palio. Es el mismo Dios al que una dictadura rendía los máximos honores militares con el beneplácito de la Iglesia.

Algo tendrá que decir la Iglesia. Está obligada a hacerlo porque en este caso, sí, quien calla otorga.

(Y si no, si la Iglesia se niega a condenar actos terroristas, nos chivaremos a Garzón).

sábado, 3 de octubre de 2009

Patético Jiménez

Lamentable el espectáculo al que asistimos ayer en el ayuntamiento de Villava, con Roberto Jiménez como triste protagonista. Todo previsto, todo preparado, todo calculado. Cuando llega el momento de lanzar el txupinazo, se aproxima rápidamente al alcalde, con aires de matón de pueblo. Con la solvencia debida a una trayectoria impecable, dicta sobre moralidad, proclama lo que es o no es procedente. Habla de votos manchados de sangre (reflexiónese sobre la expresión y repárese en el disparate). El alcalde, templado, comedido, en su papel de primera autoridad en ese salón, no cae en la provocación. Se dispara el txupinazo y la fiesta comienza. Políticamente, pese a quien pese, todo impecable. Legalmente —a la espera de los informes que pueda enviar la Policía Foral a la Audiencia Nacional, que nunca se sabe— lo mismo.

El sainete ofrecido por Jiménez ha ido de lo bochornoso a lo indigno, con el agravante de su evidente premeditación; una sobreactuación, en suma, cuyo público no era el pueblo de Villava o su alcalde, sino los medios de comunicación. Y, una vez más, tratando de servirse del más lacerante problema de nuestra sociedad en provecho propio.

Lo siguiente, cómo no, es acusar a Nafarroa Bai de ponerse del lado de los verdugos y de no ser un partido de izquierdas. Curioso el tránsito argumental, que lleva a pensar que lo de Villava ha sido, ni más ni menos, un acto electoralista. Patético, vomitivo, obsceno, infame. No contento con ser el báculo de la derecha, le hace el trabajo sucio convirtiéndose en vehículo de crispación y conflicto. Una burda estrategia política de supervivencia para un PSN que pierde el rumbo y se va quedando sin espacio propio, bajo la batuta de un líder que quizá ni siquiera encabece las listas de su partido en las próximas forales.

Fátima Frutos, poeta


Ayer, en un acto emotivo y lleno de sensibilidad y buen gusto, tuvo lugar la presentación del poemario De carne y hambre, de Fátima Frutos, excelente poeta y mejor amiga, lo que me permite embellecer este erial literario por el expeditivo método de cederle la palabra.

Quiero
yacer anfibia bajo el éxodo de tus sábanas.
Y mostrar los ingrávidos pezones
al nuevo espacio desatado,
en el que un silencio se despeña
por torrentes y por labios.

(De Desembocadura)