Dice Krugman en un artículo publicado el 25 de enero en El País que «la anticuada economía del vudú —la creencia en la magia de las rebajas fiscales— ha desaparecido del discurso civilizado. El culto a la economía de la oferta se ha reducido hasta tal punto que sólo lo profesan maniáticos, charlatanes y republicanos». Ha hecho falta una crisis galopante que ha pillado a los defensores del mercado literalmente en pelota para caer del guindo. Mientras tanto, no sólo la derecha política o los charlatanes han practicado con contumacia y entusiasmo el deporte de las rebajas fiscales. Ahí están las del gobierno de Zapatero, servilmente seguidas por el Gobierno Vasco o (menos sorprendentemente) por el de Navarra.
Eso sí, ahora, como afirma Krugman, sólo las defienden «maniáticos, charlatanes y republicanos». Hace unos días Aguirre apostaba por «reducir el gasto de las administraciones, con ejércitos de funcionarios, y bajar los impuestos». Otros responsables del PP, Rajoy incluido, han insistido en la idea. Y yo me pregunto, ¿en qué categoría de las propuestas por Krugman incluir al PP? Porque republicanos no son...
domingo, 25 de enero de 2009
sábado, 24 de enero de 2009
Lezkairu = Plan Sur II
Este aspecto presentan las obras de Lezkairu, ese estupendo ensanche vertebrado por la avenida de Juan Pablo II (infeliz ocurrencia de Barcina). Inmediatamente viene a las mientes el Plan Sur, excogitado y urbanizado a principios de los setenta y en el que sólo se construyeron los edificios de viviendas existentes junto al Sario. El resto permaneció como un entramado fantasmal de calles (con sus lugares de aparcamiento, alcantarillado y un diseño muy en boga en aquella época). La crisis de los setenta, que deprimió brutalmente la demanda, dio al traste con aquello. Mucho más tarde, el espacio fue destinándose a otros usos y aun hoy quedan espacios libres (afortunadamente, habría que decir, dada la propensión de nuestros próeceres a cubrirlo todo con cemento, a nada que se pueda generar algún eurillo de beneficio privado).
Lezkairu tiene toda la pinta de terminar de parecida manera. Mientras tanto, se ha acometido una obra de gran calado que implica una modificación drástica del paisaje, seguramente para nada, para que desde la meseta se contemple una gran planicie acementada y vacía. Lo que me genera curiosidad siempre que se intuyen grandes pérdidas privadas por operaciones especulativas es cuánto tardarán las administraciones foral y municipal, y qué instrumentos utilizarán, para socializar esas pérdidas y que los promotores (sindicatos del régimen incluidos), pobres, puedan seguir dedicándose a generar riqueza con la misma generosidad y altura de miras que hasta ahora. El caso de Guenduláin se resolvió de la forma más sencilla y zafia: dándoles la pasta. ¿Y Lezkairu?
(Lezkairu va a terminar como el titular de su principal vía: mucho ruido, mucho daño y pocas nueces: ¿justicia poética?)
Lezkairu tiene toda la pinta de terminar de parecida manera. Mientras tanto, se ha acometido una obra de gran calado que implica una modificación drástica del paisaje, seguramente para nada, para que desde la meseta se contemple una gran planicie acementada y vacía. Lo que me genera curiosidad siempre que se intuyen grandes pérdidas privadas por operaciones especulativas es cuánto tardarán las administraciones foral y municipal, y qué instrumentos utilizarán, para socializar esas pérdidas y que los promotores (sindicatos del régimen incluidos), pobres, puedan seguir dedicándose a generar riqueza con la misma generosidad y altura de miras que hasta ahora. El caso de Guenduláin se resolvió de la forma más sencilla y zafia: dándoles la pasta. ¿Y Lezkairu?
(Lezkairu va a terminar como el titular de su principal vía: mucho ruido, mucho daño y pocas nueces: ¿justicia poética?)
domingo, 18 de enero de 2009
Símbolos, memoria histórica y desvergüenza (¿o es sólo pura desidia?)
La fotografía es del 18 de enero de 2009. Se trata seguramente del edificio de Pamplona en el que más y más justificadas causas concurren para su demolición y posterior traslado de sus restos —fiambres incluidos— a la «cripta arqueológica» de Lezkairu. Pero no es eso lo que me ocupa ahora, sino la denominación de la sala de exposiciones, cuya evolución es una muestra más del talante de la alcaldesa Barcina y de por dónde se pasa las leyes de símbolos, memoria histórica o cualesquiera otras que pretendan inquietar sus convicciones franquistas (o asintóticamente tendentes al más rancio franquismo). Tras el vergonzoso acuerdo de cesión del mamotreto por el Arzobispado, la sala se empezó llamando Plaza Conde Rodezno, quizá como una solución transitoria mientras UPN conseguía que se aceptara su propuesta de darle el nombre de otro preclaro franquista (y sanguinario, por las implicaciones de su actividad), Víctor Eusa. Finalmente el nombre de la sala se desnudó de la tibia referencia a la toponimia urbana (ya de por sí desgraciada) para terminar plenamente dedicada al tal Domínguez, premiándose así doblemente a un personaje particularmente siniestro, golpista contumaz y cuya actividad en el Ministerio de Justicia (incluyendo las reformas penales o el retroceso en la condición legal de la mujer) es más que suficiente para que permanezca en las criptas de la historia y no en lugares de honor de nuestra ciudad.
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