miércoles, 30 de junio de 2010

Wyoming, nacionalismo español y manipulación

Es de sobra conocido que La Sexta es la televisión del régimen. Sus informativos son, desde el punto de vista de la manipulación y el adoctrinamiento, vomitivos. Pero esa línea invade otros programas, incluido el del Gran Wyoming, del que celebro, desde luego, su agudeza y sus cualidades para la sátira, el sarcasmo y el humor. Pero a veces se deja deslizar por la pendiente del sedicente nacionalismo español que como a la chita callando fomenta desde hace años el PSOE y que le sirve para mantenerse a trancas y barrancas en lugares y regiones sociológicamente más fachas que la cabra de la legión.

En el programa El Intermedio de hoy (30 de junio), se ha emitido un reportaje en el que una periodista, en catalán, preguntaba a la gente, se supone que en Cataluña:
  • En primer lugar, con qué preocupación se había levantado esa mañana.
  • En segundo lugar, si le preocupa el Estatut.
  • En tercer lugar, si se lo ha leído.
La manipulación es evidente. Al final, se trata de dar la impresión de que a la gente le importan otras cosas y que, para colmo, nadie se ha leído el Estatut, así que es prescindible.

¿Qué pasaría si se hicieran esas preguntas en la Ejpaña profunda (en la no-Ejpaña seguramente se la han leído) en relación con la Constitución? Igual la conclusión termina siendo que con los Principios Fundamentales del Movimiento estábamos mejor. Y arriba Ejpaña.

viernes, 25 de junio de 2010

Ditirambo

Mi admirado Fabricio de Potestad, siempre atinado y sagaz, inmenso en su erudición, nos ha regalado en un artículo reciente con un ejercicio de ironía que calificaría de maquiavélico pero que, bien pensado, queda mucho más cerca de las tácticas que usaba Diderot y los demás enciclopedistas para eludir la censura, y que consistían en adular hasta la desmesura en las entradas referidas a la Iglesia o a la Corona. De esta manera el contenido era inobjetable pero increíble de puro ditirámbico. Para más inri, a veces incluían llamadas muy significativas, como cuando de Eucaristía remitían a Antropofagia.

Así, entre semblanzas en general atinadas y juiciosas, Fabricio de Potestad le dedica este párrafo a Roberto Jiménez (eludiré aquí los seguro que malitencionados motes que las malas lenguas adjudican al de Pitillas para no desviar la atención):

Roberto Jiménez es un navarro enterizo construido ladrillo a ladrillo. Los vientos silvestres y humedales de Pitillas se entrecruzan en su discurso y agitan sus palabras, que a veces suenan fuertes y rudas, aunque él habla siempre en el tempero y la modestia. En su prosa brillan chispas del pueblo sencillo y convincentes metáforas de cambio. Es un político cada vez más maduro, más trabado, cercano, pero lejano al glamour y al halago. Es un barón de la negociación y del consenso, un artífice de la estabilidad social de la que se beneficia el gentío. Y cuando negocia, no se aleja ni un ápice de los currantes, los desempleados y del tajo. No mira la política, la practica. Hace socialismo para ganar todo lo posible, no para prometer lo imposible.

No se me pasa por la cabeza que no sea ironía. Pero si efectivamente no lo es, el párrafo de marras se insertaría en una asentada tradición de la cual es acrisolado exponente en el solar ibérico Pemán, paradigma de intelectual inorgánico:

Sabe marchar bajo palio con ese paso natural y exacto que parece que va sometiéndose por España y disculpándose por él. Se le transparenta en el gesto paternal la clara conciencia de lo que tiene de ancha totalidad nacional la obra que él resume y preside. (...) Se necesitaba un hombre cuya imparcialidad fuese absoluta, cuya energía fuese serena, cuya paciencia fuese total. Había que tener un pulso exacto para combatir sin odio y atraer sin rendimiento. Había que escuchar a todos y no transigir con nadie.

Sin comentarios.