Sirva el comienzo de la célebre encíclica de Pío XI para expresar mi escándalo por la organización en la Universidad Pública de Navarra (a cargo de la Fundación Universidad-Sociedad) de dos cursos de homeopatía. Y no es que se trate de analizar el fenómeno de la homeopatía en algún curso o máster de Antropología, por ejemplo. Nada de eso. Se trata de «cursos de especialización» (tiene dos niveles, inicial y avanzado), en cuya sonrojante presentación se dice que «la homeopatía permite tratar y curar la mayoría de las patologías frecuentes que el profesional aborda cotidianamente». Ahí es nada. Pero por si fuera poco, resulta que «la homeopatía es, por excelencia, la medicina de las personas que buscan de manera activa su salud: eficaz, rápida en su acción, sin efectos secundarios».
Allá cada quien con sus creencias y concepciones de la vida. Hasta Iker Jiménez tiene derecho a un huequecito en la historia de la estupidez humana. Pero que esas cosas se hagan en el ámbito universitario es insultante. Espero que lo del Campus de Excelencia sea otra cosa. Si no, ya estoy viendo, en la futura Facultad de Medicina, convocatorias de plazas de profesores de imposición de manos, homeopatía, chamanismo y cirugía sin instrumental.
Siempre he sido de la idea de que el primer homínido en realidad no se bajó del árbol, sino que se cayó. Y todavía hay quien se resiente de aquel coscorrón primordial.
Con ardiente preocupación... y mucha, mucha vergüenza. Aunque quizá sólo sea fiebre y baste con buscar agua con memoria polar...