jueves, 21 de enero de 2010
Barcina, puntal del euskera
«Tenemos países donde tenemos la suerte de compartir el mismo idioma y eso es más fácil a la hora de comunicarnos o expresarnos». Eso dijo Barcina (alias la Señora o la Collares) en un aperitivo para inmigrantes hace unos días. Al margen de los errores de sintaxis (tanto tiempo entre vascos termina por pasar factura) no me cabe la menor duda de que hablaba del País Vasco y del euskera. En fin, que he respirado aliviado, porque no me podía creer que una señora tan simpática (hizo su buena obra del año invitando inmigrantes a su mesa: ay, la caridad cristiana) pudiera albergar el menor resquemor hacia el euskera, lo mismo que hacia el patrimonio arqueológico y cultural o hacia quienes no piensan como ella. Gracias, Yolanda, te queremos.
viernes, 15 de enero de 2010
El mea culpa del obispo
Ya va quedando claro que el nuevo obispo de San Sebastián nos va a deparar grandes momentos. Ayer, en una entrevista en la SER aseguró que «existen males mayores» que los que padecen los «pobres» (reiteró mucho la palabra pobres, diríase que le proporciona algún tipo de placer hablar de ellos sabiéndose al margen de ellos) de Haití.
El buen pastor Munilla cree que «deberíamos llorar por NUESTRA pobre situación espiritual y NUESTRA concepción materialista de la vida». Y no puedo dejar de darle la razón. Un somero repaso a sus escritos (tiene una página web muy ilustrativa) y a las declaraciones que ha prodigado desde que fue nombrado obispo de San Sebastián muestran bien a las claras SU pobre situación espiritual. Lo de SU concepción materialista de la vida no lo puedo asegurar, porque tiene mucho que ver con convicciones íntimas que no siempre se infieren de escritos y declaraciones, pero si él lo dice habrá que creerlo. Algún indicio hay: el mero hecho de aceptar cargos y prebendas en la jerarquía eclesiástica es un síntoma de alejamiento del voto de pobreza que seguramente hizo cuando fue ordenado.
La comparación con Haití es excesiva en el celo (auto)flagelador del obispo. Pero no por ello deja de conmover ese ejemplar gesto de humildad, de público reconocimiento de las propias debilidades, antesala este examen de conciencia del purificador dolor por los pecados cometidos y del propósito de enmienda. Lo que no termina de casar con tanta humildad es el plural mayestático, pero hay que tener paciencia. Poco a poco todo se andará.
En justa retribución a tan benemérito comportamiento, propongo formular un principio que podríamos denominar ley Munilla, por derivar del eficaz magisterio del prelado: el nivel de pobreza espiritual es directamente proporcional al grado de dogmatismo en la visión del mundo e inversamente proporcional al grado de tolerancia y respeto a la diferencia.
El buen pastor Munilla cree que «deberíamos llorar por NUESTRA pobre situación espiritual y NUESTRA concepción materialista de la vida». Y no puedo dejar de darle la razón. Un somero repaso a sus escritos (tiene una página web muy ilustrativa) y a las declaraciones que ha prodigado desde que fue nombrado obispo de San Sebastián muestran bien a las claras SU pobre situación espiritual. Lo de SU concepción materialista de la vida no lo puedo asegurar, porque tiene mucho que ver con convicciones íntimas que no siempre se infieren de escritos y declaraciones, pero si él lo dice habrá que creerlo. Algún indicio hay: el mero hecho de aceptar cargos y prebendas en la jerarquía eclesiástica es un síntoma de alejamiento del voto de pobreza que seguramente hizo cuando fue ordenado.
La comparación con Haití es excesiva en el celo (auto)flagelador del obispo. Pero no por ello deja de conmover ese ejemplar gesto de humildad, de público reconocimiento de las propias debilidades, antesala este examen de conciencia del purificador dolor por los pecados cometidos y del propósito de enmienda. Lo que no termina de casar con tanta humildad es el plural mayestático, pero hay que tener paciencia. Poco a poco todo se andará.
En justa retribución a tan benemérito comportamiento, propongo formular un principio que podríamos denominar ley Munilla, por derivar del eficaz magisterio del prelado: el nivel de pobreza espiritual es directamente proporcional al grado de dogmatismo en la visión del mundo e inversamente proporcional al grado de tolerancia y respeto a la diferencia.
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